Friday, September 01, 2006

El camino del cementerio


Ya hace tiempo que los dos chicos, al atardecer, acostumbran a esconderse por el camino del cementerio. Saltan, corren y juegan. Detras de un árbol, entre los matorrales, se entretienen asustando a los últimos paseantes cuando se retiran a sus casas antes de que oscurezca. Son sustos sin importancia, sin maldad. Imitan el lúgubre aullido del lobo, estiran el vestido de una señora que pasa cerca de ellos o hacen una horrible mueca y sueltan una carcajada. Eso si, antes de que salga el sol, cuando comienza a puntear el alba, los dos chicos saltan la valla del cementerio, se adentran en las últimas sombras de la noche y vuelven cada uno a su nicho, entre risas y carreras, sin malícia, sin perversidad.

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